Los descubrimientos científicos y el aumento de los niveles de educación sociales han contribuido a reducir la prevalencia de los casamientos endogámicos pues, actualmente, existe una mayor conciencia de que los niños nacidos en uniones consanguíneas tienen más riesgo de sufrir determinadas patologías. «Todos nosotros somos portadores de algunas enfermedades genéticas recesivas que se pueden expresar en los hijos cuando reciben ambas copias del mismo gen, la de su padre y la de su madre, alteradas. Si la pareja procede de una misma familia, las probabilidades de tener mutaciones en los mismos genes se multiplica, porque la carga genética que se comparte es mayor. Por ejemplo, los tíos y sus sobrinos comparten 1/8 de su material genético, los primos hermanos 1/16 y los primos segundos 1/32», explica Encarna Guillén, presidenta de la Asociación Española de Genética Humana (AEGH). Entre padres e hijos y entre hermanos la carga genética compartida es del 25% (¼), pero este tipo de enlaces se consideran incestuosos y un delito prácticamente en todo el mundo.
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